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Cárcel en Bucaramanga: Sin Tratamiento Psicológicoco

Por: Diana Mora

Fotografía extraída de Vanguardia.com

Frente al caos que se presenta en la cárcel  Modelo de Bucaramanga, la problemática de hacinamiento y constante peligro deja en los internos secuelas emocionales las cuales los acompañan en su situación de encierro y fuera de ella.

 

“Uno está acostumbrado a tener libertad para todo, luego toca adaptarse a las reglas que hay allí”, dijo Luis Gómez*. Este  hombre de 48 años que permaneció 25 días en la Modelo por violencia intrafamiliar, al igual que su familia, no se reponen de todo el sufrimiento que significó para ellos esta circunstancia, hoy después de más de 10 meses a su regreso a la libertad.

 

Todo comenzó una noche en la que Luis* y su esposa discutían airadamente. Pasaban por una crisis marital, lo que había desgastado la relación. Varios zarandeos y rabia acumulada hicieron que su esposa llamara a su amante para que lo denunciara por violencia intrafamiliar e intento de violación. Después de un par de horas, el señor Luis* se encontraba en el CAI de La Cumbre acusado por los delitos mencionados.

 

“Esto ya va para una audiencia, él ya no sale de aquí y lo más seguro es que salga para la Modelo”, le manifestó el policía encargado a Cecilia* y Leonor*, hermanas de Luis*. Ellas tuvieron que conseguir un abogado y a las 24 horas los llamaron a audiencia. “Fueron dos horas en una situación muy dura, todo ese tiempo esperando sin saber qué iba a pasar y con mucha angustia e incertidumbre”, contó Leonor*. Al finalizar le dictaron medida de aseguramiento y desde ese momento ya pertenecía al Inpec “eso implicó no poder acercamos y tener que verlo con esposas, lo cual es bastante triste”, dijo Leonor*.

 

El sin número de requisitos y la falta de conocimiento para saber qué cosas podían empacar en la maleta, robos de sus pertenencias en los calabozos y el hacinamiento en el que se vive. Originó en este ex recluso y su familia una carga emocional fuerte. “Fue un sufrimiento constante, incluso más grande que la muerte de mi mamá; al menos uno tenía conciencia que ella está descansando, pero nosotras no sabíamos por que situaciones estaba pasando Luis*”, afirmó Cecilia*.

 

Ellas manifestaban que a la hora de realizar las visitas existían muchas restricciones. “Luis* tenía que hacer un listado de las personas que quería que lo visitaran, y procurar que ellas estuvieran en la ciudad para que el cupo no se perdiera. También, exigían que  los alimentos estuvieran en tazas y bolsas transparentes marcados con el número del patio al cual uno va a ingresar, los aguacates están prohibidos porque en ellos camuflan droga; la comida en general debe estar visible para los guardias y aun así, le revisan con un palo sucio todo lo que uno lleva”, explicó Cecilia*.

 

Mientras Luis vivía sus días en el encierro, ellas reacomodaban su rutina, no podían permitir que el proceso se congelara; deberían actuar rápido con los abogados para lograr el levantamiento de la medida de aseguramiento y realizar el trámite de las visitas e inscribirse para poder hacerlas efectivas.

“Los domingos eran las visitas, yo iba la noche anterior para que me colocaran el sello y poder agilizar la entrada. El momento en que se hace la fila es bastante tortuoso, uno está con mucho miedo, porque la gente le está diciendo que no hable y que siempre hay peleas”, aseguró Leonor*.

 

 

La tristeza es el pan de cada día

 

Con lágrimas en sus ojos la familia de Luis* se conmueve al recordar su paso por la cárcel, lo trágico de las visitas, las filas tediosas que deben hacer y  el encierro, hacen que la situación les cause mucho dolor.

 

“Llorábamos en cada visita y no le contamos a nadie porque es complicado, la gente juzga y siente repulsión por alguien que tenga algún contacto con la cárcel. También perdimos nuestra tranquilidad, mi hermano en ese encierro estaba desesperado nos decía que vendiéramos lo que fuera;  él lo único que quería hacer era salir de ahí lo más pronto posible”, contó Cecilia*.

 

 “Cuando llovía duro era terrible; ya que debido al hacinamiento no había espacio, así que  organizaron una  carpa para poder dormir allí. Lo que no sabíamos era si debido a la tormenta se les pudiese estar inundando”, dijo Leonor*.

 

 “A pesar que físicamente se encontraba bien, él emocionalmente  estaba muy mal”, recalcó Leonor*. Él pidió ayuda psicológica, debido a los cambios que tenía su nuevo contexto, pero está, tan solo en su trámite se demoraba 15 días en tramitarse. Fue tan lento el proceso que al llegar la hora de su salida aún no la había recibido, lo único que le quedó fue pagarla por su propia cuenta.

 

“La ayuda psicológica me ayudó a mirar hacia el futuro, a valorarme como persona, retomar las metas que uno tenía”, dijó el ex recluso. A pesar del levantamiento de la medida de aseguramiento, por su situación de  ex presidiario no ha podido conseguir trabajo y está a la espera de la culminación de su proceso donde se quiere probar su inocencia.

 

 

Los internos  necesitan ayuda psicológica

 

Como esta familia son muchas las que aún padecen este drama carcelario que repercute tanto en la salud emocional de los internos, como en la de sus seres queridos. “El ideal es que todo proceso de rehabilitación social se lleve de la mano con los familiares. Sin embargo, el sistema penitenciario colombiano desconoce que es un sistema de rehabilitación social y no existen programas específicos que integren a la familia y aporten al proceso de cambio de las personas recluidas”, manifestó Evelyn Capellán, psicóloga de la UNAD. Si esto se realizara se aportaría al proceso de reinserción y las cárceles estarían cumpliendo con su verdadera función social.

 

Así mismo, “las personas que se encuentran en los centros de reclusión muchas ya sufren algún trastorno psicológico y al estar en condiciones de encierro, hacinamiento y rutinas específicas pueden acentuar más una patología o generar otras”, recalcó la Psicóloga. Al efectuar comportamientos que van en contra de las normas que rigen a la sociedad, se hace más fácil el desarrollo de estas situaciones, ya que para la mayoría  es su cultura de vida.

 

 “En las cárceles se maneja el idioma de la “ley de la selva” todos deben aprender a adaptarse a los cambios y al nuevo círculo social en el que se encuentran, la situación de “peligro – perder la vida” es una variable con la que todo el tiempo juegan”, declaró la psicóloga Capellán.

 

El Inpec mantiene dentro de sus estatus la evaluación psicológica del interno para revisar su estado mental antes del ingreso a la Cárcel. “La eficiencia de la valoración para la vida de esta persona en prisión, solo es pertinente si se tiene en cuenta la información para algún plan de rehabilitación social o programa terapéutico específico”, recalcó la Psicóloga, y teniendo en cuenta el testimonio presentado anteriormente, las ayudas psicológicas son escasas y demoradas.

 

La importancia de estos tratamientos generan satisfactorios procesos resocializadores, la psicóloga Capellán enfatizó en que “la ayuda es necesaria, sin intervención psicológica no hay resocialización. Es un proceso que debe guiarse y acompañarse con objetivos claros en donde realmente haya introspección acompañada por acciones. Una persona debe comprender primero que es lo que debe mejorar y el porqué de las consecuencias de sus actos para que pueda así  encontrar un nuevo sentido de vida”.

 

Cuando se indaga la situación real de la cárcel Modelo de Bucaramanga, se hace evidente la ausencia de estas ayudas; el único patio que recibe atención psicológica es en el que se encuentra la Comunidad Terapéutica Nuevos Horizontes, que tiene a su cargo 76 internos con adicción a sustancias psicoactivas.

 

 La psicóloga Isabel Quintero Téllez, quien es la encarga de este programa afirmó que, “en la comunidad solo me encuentro yo, para colaborarles en lo que necesiten.  En el resto de los patios no es posible acceder a esta ayuda, son demasiados internos y no se da abasto, hay dos psicólogas, pero están en la parte administrativa de la cárcel”.

 

La constante incertidumbre por el peligro que corre su vida, el estar privados de la libertad, aislados de la sociedad y sus seres queridos, hace que el transcurrir de sus días en un centro penitenciario sea lo más tortuoso y desgastante para cualquier ser humano. El uso de las drogas se convierte en el único recurso para menguar toda esta problemática; la psicóloga Isabel dijo, “esas sustancias psicoactivas son su única salida, lo que se hace en la comunidad es negar de manera rotunda el uso de las mismas, por ende los internos presentan crisis de ansiedad, manifestadas con vómito y fuertes dolores de cabeza en la mayoría de los casos”.

 

“También tienen constantes deseos de quitarse la vida por la situación precaria en la que se vive en la cárcel, padecen de trastornos alimenticios, son personas con mucho odio por las situaciones que han tenido que afrontar o el daño que les han hecho. Lo que hacemos es trabajar arduamente los cambios de pensamientos negativos, valor hacia la vida y un acompañamiento constante en sus crisis”, recalcó la psicóloga Téllez.

 

A pesar que en este programa de la Comunidad Terapéutica quiere brindar procesos de resocialización efectivos, el Estado colombiano tiene en total abandono los centros penitenciarios; así lo mencionó la psicóloga Isabel, quien a su vez planteó que, “si las alcaldías colaboraran y se dieran cuenta que sus hijos pueden estar en esta situación sería diferente, si no sacan a la gente de los patios y comienzan con ellos procesos como los que hacemos en la Comunidad, nunca se hará una verdadera resocialización”.

 

Los internos al volver a la libertad se enfrentan entonces a la praxis real de todas las herramientas brindadas. En este caso, la Comunidad Terapéutica a pesar de querer mantener un contacto con ellos se les dificulta, “no hay personal suficiente para tener control con los internos y los que ya salieron.  Aun así, en la Comunidad tenemos el contacto con ellos y si necesitan ayuda pueden comunicarse con nosotros. Lo que se quiere es que al salir tengan todas los mecanismos para su lucha y, de esa forma, el reingreso a la sociedad sea satisfactorio”, concluyó la psicóloga Téllez.

 

 

 ¿Se puede exigir esta ayuda?

 

Aunque se reconoce la importancia de este acompañamiento a los internos para mejorar su estado emocional y contribuir a un cambio social efectivo, es muy poco lo que realmente se realiza.“Hay una enorme desatención en las cárceles y los presos están sometidos a un abandono estatal, por ende, dudo mucho que esas ayudas se estén dando”, enfatizó el abogado José Luis Arias.

 

El interno debe hacer uso de la acción de tutela para que de esta manera pueda exigir sus derechos, que aunque limitados, los sigue teniendo. “La desatención de una persona que además de estar recluida no recibe las más mínimas atenciones sociales es una clara vulneración de los derechos humanos y los derechos fundamentales; como mecanismo de protección de estos derechos en principio de la Constitución existe la acción de tutela, cabría también acciones populares y de grupo,  las cuales presionan al Estado para que este cumpla con el deber no cumplido dentro de la resocialización”, manifestó el abogado Arias.

 

“De acuerdo con información de la Defensoría del Pueblo, a septiembre de 2012 se habían presentado 1.283 tutelas por fallas en el servicio de salud en 110 cárceles”, según publicó el Espectador.com el pasado 13 de febrero del 2013.  A su vez, la Defensoría en su informe más reciente  dio a conocer las tutelas de salud hechas al Inpec, afirma que en el año 2011 se presentaron 114 tutelas en Santander; Siendo este uno de los departamentos donde más se instauran tutelas por este concepto.

A pesar que el Estado maneje la ley de Salud Mental donde se quiere garantizar el ejercicio de la misma, en su artículo 4 se exponen el respaldo frente a esta atención, la cual, es de cumplimiento en los centros penitenciarios. “Se evidencia en la ley que el Ministerio de Justicia y del Derecho, el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario y las entidades prestadoras del servicio de salud contratadas para atender a los reclusos, adoptarán programas de atención para los enfermos mentales privados de libertad”, donde se aclara que mientras dure su tratamiento seguirán en sus celdas cumpliendo su castigo.

 

No puede negársele estas atenciones ni una vida digna a quienes se encuentran privados de la libertad, merecen condiciones favorables para sobrellevar su pena. “Las cárceles son responsabilidad del Estado, es deber ejercer control sobre ellas, hay que exigirle al Estado que haga lo que tenga que hacer en el proceso de resocialización de los internos, y así, permitirles a ellos mejores condiciones dentro del sistema carcelario”, concluyó Arias.

 

 

Las repercusiones en la sociedad

 

Al romper con la armonía existente en la sociedad al incumplir la norma, se establece una conducta de sanción donde se deben asumir las consecuencias por transgredir esa armonía, es en este caso donde la cárcel se convierte en el castigo próximo para corregir esta conducta.

 

Sin embargo, la falta de verdaderos procesos de resocialización hace que retener a una persona no sea lo más eficiente, “ciertas conductas delictivas son de difícil transformación  real en la persona, por ejemplo un violador, son aspectos del orden psicológico mucho más profundos y más graves que no se arreglan simplemente con estar en una cárcel, si es que no ha recibido una terapia o si es un problema, o una enfermedad que requiere medicamentos, de nada sirve estar en un centro penitenciario”, afirmó  Jaqueline Estévez, doctora en Ciencias de la Información y La Comunicación y Sociología Política.

 

Aun así, debido a la situación precaria de las cárceles, la constante delincuencia y el hacinamiento que allí se padece; no logrará que recluir a los delincuentes en ellas deje de ser el método de sanción, recalcó la doctora Estévez, “una cosa es la problemática social y la falta de políticas de estado en  torno a que va hacer con las personas que infringen la ley, como deben ser tratadas y como deben ser sus procesos de resocialización.

Otra muy diferente es que cometan el delito, así exista hacinamiento en las cárceles, deben ser castigados en mayor o menor medida  dependiendo del tipo de falta”.

 

Esto deja en evidencia que es más fácil trabajar sobre la prevención del delito que intentar cambiar una cultura delincuencial, un fortalecimiento en valores y respeto a la sociedad en toda la ciudadanía daría mejores resultados, “Para tener un proceso de resocialización real se necesita mucho dinero, mucha voluntad por parte del interno, políticas de estado que hagan que esa persona recobre un sentido por la vida y quiera reinsertarse en la sociedad; pero si hay una cosa no hay la otra, queda claro entonces que esto no depende de uno solo, requiere un trabajo en conjunto”, manifestó la doctora Estévez.

 

* Nombres ficticios para proteger la identidad de las fuentes.

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