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Encuentro en la Calle

Por: Aracely López

En uno de esos días en los que no se quiere nada pero se quiere todo, decidí darle libertad a mis pies y dejar que ellos guiaran el caminar de mi cuerpo mientras descendía por una calle concurrida de la ciudad y mis sentidos se extendían en la contemplación de las pequeñas realidades extrañas, cotidianas, adversas, y algunas veces, aunque pocas, bonitas, sobre el devenir actoral de la sociedad, me encontré con una de esas imágenes que llevaba en sus entrañas la pobreza material y desmedida a la que todos los ojos de quienes transitan por el lugar se ciegan, todos los oídos se ensordecen y todos los sentidos se mutilan hasta llegar a la otra acera.

 

Mi caso no fue como el de todos, ocurrió a  la inversa, pero de todas formas quede inmóvil sin saber qué hacer. Miles de preguntas descendían en cascada, como un torrente de agua que bañaba y cuestionaba los pensamientos aferrados a mis neuronas. Todos mis sentidos estuvieron más atentos y cautivos en la contemplación de una mujer que en uno de sus brazos sostenía a un pequeño, mientras que la otra la mantenía extendida y esperaba que alguna moneda cayera en su mano por el alma de  alguien que en un gesto de humanidad con su desgracia le otorgara. Tal vez, para comprar algo que pudiera alimentar a su pequeño y con esto lograr calmar el llanto que llegaba a sus oídos. De su boca brotaban palabras que poco se entendían por el murmullo ensordecedor del lugar. Su mirada triste y perdida escondía los múltiples factores por los cuales ella estaba postrada en la calle enfrentando las adversidades de su propia vida.

 

Después de unos instantes que se hicieron eternos, mientras detenidamente miraba la escena y continuaba mi camino, preguntas sin respuesta afloraron en mi mente. ¿Cómo puede una sociedad seguir sin inmutarse ante casos tan desoladores como estos?, si así como ella proliferan constantemente familias enteras por don quiera. ¿Cuántos seres tendrán que habitar las calles para que los hombres de la sociedad muerta empiecen a exigir soluciones contundentes por parte de los gobiernos? ¿Cuántos casos más tendrá que ver el sistema para darse cuenta que las políticas le han fallado? ¿Cuántos gritos más tendrán que llegar a los oídos de las gentes para iniciar la emancipación de las mentes y el acabose del yugo esclavizante de la injusticia?

 

No conozco a ciencia cierta la respuesta más acertada sobre las tres preguntas lacónicas que formulé, mientras la brecha entre ricos y pobres se hace más y más amplia, pero si se que ya es justo empezar a construir pensamiento, a generar inquietud y no ser más un militante de la fila india en las que muchos pecan por ignorantes y otros por indiferentes.

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